Autor: Susana Collado Vázquez Doctora en Medicina y Cirugía
La
motricidad es un concepto que apenas comienza a tomar forma, pues
desde las perspectivas mas convencionales devenidas de las influencias
biologistas y psicologistas, se refiere a la capacidad de movimiento
fisiológico e incluso orgánico que se asocia con lo motriz o fuerza
impulsora de algo.
De hecho, un gran inconveniente que se
encuentra al intentar búsquedas por Internet es que los datos que
aparecen se relacionan con movimiento de máquinas o incluso con procesos
motores que dinamizan el desarrollo de empresas y economías.
Para diferenciarlo de esos procesos que
impulsan sistemas de cualquier índole, se ha intentado el concepto de
psicomotriz como referente a ese movimiento controlado de alguna manera
por la mente. Sin embargo este concepto es referido desde la psicología
y biología y actualmente desde la neurociencia como los procesos
impulsores de movimientos devenidos de respuestas a estímulos entre
sistemas neuronales aferentes y eferentes. Incluso se habla de neuronas
motoras como aquellas que traducen el estímulo hacia una acción motriz
(ver por ejemplo Kandel, Schwartz y Jessell1997).
La motricidad humana. Un proceso de construcción
Es evidente que la tendencia anteriormente
mencionada manifiesta un enfoque funcional de la motricidad, toda vez
que se define desde la capacidad para generar un movimiento y la
efectividad y eficiencia de este.
La
motricidad es mucho más que la funcionalidad reproductiva de
movimientos y gestos técnicos, es en si misma creación, espontaneidad,
intuición; pero sobre todo es manifestación de intencionalidades y
personalidades, es construcción de subjetividad.
Lo que nos aproxima a nuestra naturaleza
humana es definitivamente la cultura, somos como lo propone Tapias
(citado por trigo, 1999, p.53), sujetos culturizados y esa posibilidad
ha sido otorgada al ser humano gracias a nuestra condición inacabada, a
nuestra condición de ser proyectos, pues desde que nacemos manifestamos
esa condición con la neotenia o "nacida antes de tiempo".
Al parecer eso que era considerado antes como
una debilidad es lo que nos permite llegar a ser lo que somos, es lo
que nos posibilita prepararnos para ser cada día mejores seres humanos. O
sea, la condición misma de nuestra naturaleza humana, nos obliga a
construir paso a paso nuestra vida, nuestra personalidad, nuestro yo.
Es evidente que esa cualidad de ser proyectos
se manifiesta también en nuestra motricidad, somos creación motricia;
mediante el paso de nuestra vida estamos construyendo con el día a día
nuestra identidad motricia, eso es lo que fundamentalmente nos separa de
los otros animales. Podemos construir nuestro propio movimiento como
expresión de lo que somos, como manifestación única de nuestra
personalidad.
Por eso, existen personas quienes han
construido su identidad motricia desde un deporte; sin embargo, no
existen deportistas que lo hagan de la misma forma, cada uno ha logrado
un estilo particular, ha estructurado una forma de manejar los gestos
técnicos del deporte desde su personalidad; ha constituido su identidad
motricia. (Riera, 1994, lo consideraría desde las necesidades del
contexto)
Lo mismo pasa con aquellas personas que no
han definido su identidad motricia desde un deporte determinado; ellas
tienen una forma particular de moverse, de expresar sus intenciones y
preocupaciones, una forma particular de utilizar la motricidad para
darse a conocer, para comunicarse, para hacerse visible o invisible en
el marco de sus posibilidades socioculturales.
Pero quienes han definido su identidad desde un deporte, también lo han hecho desde la perspectiva anteriormente descrita.
Podríamos afirmar entonces que construcción
de la identidad motricia no es el resultado de un estímulo, sino la
pregnancia (como lo diría Cassirer) de los múltiples procesos, no solo
motricios, sino afectivos, cognitivos y estético expresivos que el
sujeto ha recibido durante toda la historia de su vida.
Es evidente que esa construcción del yo
motricio se realiza desde la intervención del individuo en los procesos
de acción comunicativa (Hábermas, 1999) o en los intersticios de las
realidades conversacionales (Shotter, 2001).
O sea, existen múltiples factores o
mediadores que inciden en la construcción de la identidad motricia;
todos ellos enraizados en el "bullicio de la vida cotidiana".
Como vemos, la educación física, el deporte,
la recreación, la danza, el juego, el ejercicio; son apenas
manifestaciones de la motricidad humana que ayudan en la construcción
del proceso de identidad motricia, en la búsqueda de nuestra humanidad,
en la carrera por llegar a ser sí mismos.
Por eso, el papel de la motricidad humana, no
puede estar reducido a las manifestaciones técnicas de la motricidad,
ni a aquellas que se relacionen con la producción, el rendimiento y la
funcionalidad; por el contrario, debe trascender hacia expresión de la
corporeidad como forma de vida, como manifestación de sentido que pese a
estar construido desde las relaciones con el otro y lo otro, se
expresan de forma individual y los hacen ser lo que somos y podremos
llegar a ser. "No se puede reducir, sólo a aspectos relacionados con el
movimiento físico de la persona, sino que trasciende implicando al
sujeto en todo su yo" (Trigo y col., 1999, p.52)
Sin embargo, la motricidad ha sido reducida,
en la actualidad a lo meramente motor, a ese componente de fuerza motriz
que anima e impulsa un sistema a funcionar.
En un intento por comprender la naturaleza de
esa perspectiva planteo un análisis desde los medios masivos de
comunicación y la clase de educación física.
La motricidad y los medios. Categorías desde el utilitarismo consumista
Las formas como se ha concebido la educación
física en la historia ha cambiado de acuerdo a los intereses de la
sociedad, y pese a que los intereses de los medios masivos están
representados en la industria cultural tomando como síntesis el consumo,
no son en realidad esos los intereses de la sociedad. Por el
contrario, los intereses de una sociedad estarían mediados, mejor por
las necesidades y proyecciones sociales que viabilicen mejores
condiciones de vida a la sociedad en un marco del desarrollo humano
(Gaviria, Trujillo, 1994; Banco Mundial, 2003; Gómez, Buendía 1999).
Lo anterior implica que los intereses de la
sociedad respecto de la educación física no son los mismos de los medios
masivos, pues mientras ellos procuran unos revalidados en el consumo,
la educación física los proyecta desde las necesidades de desarrollo
humano tomando en cuenta la perspectiva de integralidad del sujeto, la
perspectiva de motricidad como expresión de sentido y vida.
La sociedad, en la actualidad evidencia una
gran necesidad de reconocimiento de la corporeidad del sujeto desde su
propio cuerpo. Se necesita un cuerpo sentido, para desde esa
sensibilidad corpórea constituirse críticamente como persona. Un cuerpo
que se aprehenda desde la practicidad de lo cotidiano, desde la
expresión de vida, desde el sentimiento de expresión de lo que cada uno
es como sujeto. Si bien, el cuerpo conocido desde afuera es importante
para la ciencia, lo que reclama la condición posmoderna es un saber
desde adentro, un saber que no sólo sea la expresión de enunciados sino
que involucre las actitudes y aptitudes en una especie de saber
vivir..., donde los conceptos surjan de expresión mas interna de la
práctica vivida y sentida. Sólo de esa manera, el saber se constituye
desde la costumbre en la cultura de un pueblo. (Jean Francois Lyotard,
1998, p.44)
Ese saber sentido de la corporeidad, como
expresión del significado de ser sí mismo, es en realidad el saber que
requiere la educación física actual; un saber que conjuga la vida
social, creativa, cognitiva y estético expresiva de cada uno de los
sujetos, que se constituye en medio de las relaciones e interacciones
comunicativas y que se expone en la vida cotidiana de una sociedad y
cultura (Trigo, Sergio, Gómez, Devís). Un saber anclado en la motricidad
humana asume las potencialidades de los sujetos pero que reconoce el
papel de la sociedad en su construcción como cultura.
Por eso Da Fonseca considera que "La
motricidad no es impersonal, se transforma a través de la historia
social en la conciencia concreta y creadora...hasta el momento del
dominio del lenguaje hablado, la motricidad, n perfecta armonía con la
emoción, es el medio privilegiado de la exploración multisectorial y de
exploración al entorno. A partir de la adquisición del lenguaje, el
movimiento engloba la regulación de las intenciones y la concreción de
las ideas...la ontogénesis de la motricidad es el corolario de dos
herencias: la biológica y la social..." (Trigo, 1999, p.51).
Los medios han reducido el saber de la
educación física únicamente a lo funcional de la motricidad: ejercicio
para la salud, ejercicio para la estética, deporte para la salud y la
estética. Como es evidente, estas propuestas se fundamentan todas en el
mercado de la venta y el consumo, por eso los mensajes que expresa se
sustentan en la posibilidad de tener un cuerpo saludable que pueda ser
exhibido, mostrado, que pueda ser presentado según los parámetros del
mercado. Cuando estos apuntan a la práctica de deportes siempre lo hacen
pensando en la dinámica de la compraventa, según la cual si tiene
capacidades de alta competición puedes ser vendido y vender espectáculo;
las ganancias entonces se fijan según el espectáculo que el deporte
brinde, por eso existen deportes de primer nivel, los cuales son muy
bien pagos por que pueden brindar opciones de comercialización de gran
envergadura, por eso existen deportes que siendo igualmente exigentes,
son de segunda, por que las masas que mueven no propician los ratings
que los medios requieren para promover sus productos.
Hemos pasado de un concepto de corporeidad
instrumentalizada donde el cuerpo es asumido como herramienta de
producción laboral, a un concepto de utilización y entrenamiento del
cuerpo para obtener un récord, concepto en el cual se ha desplegado un
gran desarrollo de las perspectivas orgánicas que propician parámetros
de medición para hacer mas eficiente el rendimiento que lleve a
exhibirlo y comercializarlo. (Trigo y Rey 2000)
Estas nuevas formas de percibir el cuerpo,
impostadas por la industria cultural, se centran en la idea de que
existe un cuerpo al que hay que cuidar y entrenar para exhibir; existe
un cuerpo como algo agradado a nosotros del cual podemos sacar provecho
para darnos a conocer y para hacernos sentir importantes. Se desconoce
en esta perspectiva la consideración de que nuestro cuerpo hace parte de
nosotros de nuestra naturaleza y personalidad, es en realidad lo que
constituye nuestra humanidad cargada de apropiaciones biológicas, pero
constituida desde las experiencias culturales.